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Reconozco que mi visión de la realidad ha estado nublada,
mi cuerpo ha sentido locuras de vidas pasadas,
mentiras de romances, secretos estancados
y misterios que se niegan a ser desvelados.
En nuestros encuentros íntimos,
mi cuerpo se entrelazó con el tuyo,
mientras nuestras almas viajaban
y nos filtraban deseos que nunca se atrevieron a brotar:
tentaciones reprimidas, razones que nos dejaron exhaustos.
Esas inconfesables percepciones
aún deben estar impresas en mi piel,
pues, en cada equinoccio,
despiertan en mí sensaciones
que las palabras no logran expresar.
Del equinoccio al solsticio,
me visitaste en la vida,
y la fragancia de esa floreciente
primavera…
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