Más allá de las dunas

19,50 

Autor: 

Salvador Blanco Figueras

ISBN: 

978-84-1073-326-8
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Cuando el 29 de abril de 1854 Rafael Cáceres Sandoval se embarcó en la incierta tarea de llegar a Filipinas, con el propósito de hacerse cargo de la filial de la empresa en la que trabajaba en Sevilla, no pensó ni por asomo que el viaje de ida y vuelta duraría más de cuatro años.
En tierra dejaría a su recién estrenada prometida, el amor de su vida, Matilde, hija de don Tomás, a la que prometió llevar al altar en cuanto regresara del otro lado del mundo.
El viaje, desde el puerto de Cádiz pasando por Gran Canaria, transcurrió a lomos del San Isidro, propiedad de don Álvaro de Montesinos y Almodóvar, al mismo tiempo capitán de la nave.
Después de abandonar el puerto canario, dejando a la mayoría de los pasajeros en las islas, subieron a bordo tres viajeros más con destino a Manila, uno de ellos acompañado por dos acólitos medrosos y aún niños que servían las veinticuatro horas del día a su señor, un presbítero al que la razón había abandonado hacía ya algún tiempo.
Don Torcuato, un maestro metido en los sesenta, de aspecto bonachón y dispuesto a trasladar su conocimiento a todo aquél que lo demandase, era otro de los que habían subido al San Isidro; con el tiempo, Rafael, se convertiría en su báculo.
El tercer pasajero, un tipo anacoreta y con la mirada clavada siempre en el horizonte, daba la impresión de tener una idea fija en la mente, de la que no desistiría por nada del mundo.
El trayecto, sosegado al principio, se volvió turbulento a medida que se iban acercando al cabo de Buena Esperanza. La incapacidad del clérigo para controlar sus impulsos religiosos, las palizas a sus acólitos, el incendio provocado de su camarote y el lanzamiento por la borda de uno de los pajes del navío, provocaron su encierro en las bodegas del barco.
Una vez en Filipinas, además de a su fiel ayudante, Jesús Piedrahita, Rafael conoce al capitán Eleuterio Garcías, personaje inicuo y principal culpable de su traslado al archipiélago, al que se gana como enemigo desde el primer día.
Así mismo conoce al coronel don Rafael Morales Granados, máximo representante de la autoridad militar en la ciudad y padre de doña Irene, con la que pronto establecerá una amistad que a punto estaría de hacerle olvidar la promesa que hizo a Matilde.
Los sentimientos recíprocos entre los dos jóvenes, que iban aflorando cada día más, temiendo que la relación entre él y la hija del coronel echara por tierra el amor que sentía por Matilde, le empujan a buscar una pronta solución al verdadero motivo de su viaje.
Cuando la encuentra, contrata los servicios de un dudoso y poco consistente barco para hacer el camino de vuelta a España, siendo sorprendidos por las tormentas del Índico, que les harán zozobrar frente a las costas orientales de África.
A duras penas logra alcanzar tierra firme, y allí descubre un mundo fascinante entre dunas de arena.

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